Hermigua

Hermigua

Descubre Hermigua y su singular forma de vida

Su singular forma de vida

Moldeada por más de seis siglos de historia desde su ocupación castellana, la Villa de Hermigua empezó a hacer historia cuando se establecieron en ella los ingenios azucareros de Las Casas (Ingenio Viejo) y El Tabaibal. Aunque Hermigua siempre fue una zona muy destacada por su riqueza en bosques, su abundante agua y sus fértiles campos, es con el establecimiento de estos ingenios que podemos decir que su desarrollo y evolución empiezan a estar aparejados al desarrollo su agricultura.

La introducción de la caña de azúcar determinó el establecimiento de las poblaciones y su correspondiente articulación fijando las directrices de la organización territorial de cada una de las islas y los nudos de comunicación. La aceptación, difusión y generalización del uso del azúcar, involucró a Hermigua en los circuitos del comercio internacional, lo que se tradujo en la llegada de capitales y técnicas de primer orden. El azúcar constituyó un móvil de atracción, sirvió para comercializar otros productos y para el conocimiento y contacto con los mercados europeos del Atlántico.

En 1680 Hermigua contaba con 930 habitantes y 188 casas. Debido a la crisis vitivinícola en el siglo XVIII, la economía se ve afectada seriamente, aumentando la emigración, y por tanto, se produce un descenso del número de habitantes. En 1812 se constituye como ayuntamiento, acabado el régimen señorial. A comienzos del siglo xx se realizan una serie de obras en el valle para llevar el agua a todos los cultivos, caracterizados sobre todo por el plátano. El municipio llega a los 5824 habitantes en 1940, pero desciende la población a partir de ese año debido al fenómeno de la emigración.

Una vida en la tranquilidad del campo

Siendo actualmente uno de los pueblos menos poblados de España, Hermigua posee uno de los paisajes mejor conservados de Canarias. La sensación de belleza se encuentra en casi todas partes, desde su costa, que alberga la piscina natural más pintoresca de las islas, los bancales de cultivo que tapizan todo el fértil valle, hasta el monte de Hermigua, El Cedro, con su arroyo y su delicioso caserío.


A tan sólo 20 minutos de la capital de la isla y a pesar de su cercanía a Tenerife, de alguna manera, Hermigua sigue siendo una región confinada y su desarrollo no ha sido el de otros lugares.

Los lugareños son gente amigable y esta mantiene, a pesar del paso del tiempo, lo que podríamos denominar un encanto tranquilo.

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